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conmuchasjotas

Fidelidad, casualidad, purgamiento y mas cosas

Fidelidad, casualidad, purgamiento y mas cosas

Lo que son las cosas...

Estaba yo hablando con Miguel, mi querido Miguel, una de las mejores noticias que he tenido en el 2004, y salio un tema que nunca habia expuesto como historia. Mguel quizas tiene la impresion de estar hablando con Sor Ines de Cabanillas (que no se si existio pero me ha molado el nombre). Pero yo he tenido mi pasado, ein, y bueno esta seccion era para eso. Asi que...

Sicilia, 1922 (En este caso, IRC, 1999 aproximadamente)

Un joven y no muy bello, aunque si vello jejeje riojano deambula por los caminos de internet con la ilusion en el corazon y el amor flotando por su pequeño apartamento en Delicias. Hacia poco tiempo que habia conocido a Emilio y guardaba, cual Penelope (la de Ulises , no la de Cruise) su espera haciendo punto internetero. Con la sana intencion de no caer en la tentacion en la espera salgo del canal gay_madriles (¿o era todo junto?) y me meto en gay_osos, pensando que como a mi no me van ese tipo de tios voy a estar "mas" seguro. Que uno es fiel por naturaleza pero ostia, ¡que fue un año sin catarlo!.

Total, a lo que iba, alli conoci a gente, pero a este en concreto no recuerdo en que canal le conoci, en madriles o en osos, ains memoria, memoria, que mal estas. Dice la psicologa que fue a raiz del accidente que puede que hubiera borrado cosas, que la memoria se resiente en traumas y no se que coño. Puede ser, porque de memoria soy bastante bueno pero veo que hay epocas que casi he borrado por completo. Y de memoria va esta historia algo. Bueno, que me voy por las ramas. Conoci a un tio que me cayo muy bien, hablamos varias veces, muchas. Me confeso que yo le gustaba (hay gente para todo) y tal. Joer, no debia haber dicho lo que dije, y mas en la cara , cuando accedi a conocerle. A mi me jodia mogollon de soltero que me dijeran lo de "no eres mi tipo", preferia otro tipo de negativas. Pero yo lo dije, y quizas bruscamente. O no. No lo recuerdo, se que dije que no. Y no porque no me gustase fisicamente, y sobre todo porque no me cayese bien, me parecia una persona mas que interesante. Pero era lo mejor. Tengo muchos remordimientos de conciencia cuando hago algo mal, cuando soy infiel de cualquier tipo. La infidelidad puede ser de muchos tipos: a tus ideales, a tu pareja, a tus amigos, a tu empresa, a todo... Y yo soy una persona con una culpabilidad exarcerbada (o como se escriba, que no voy a cuidar mucho la ortografia). No se si hubiera dicho que si de no estar Emilio, pero si se que dije que no tan rotundamente porque estaba.

No volvi a saber de esa persona, Emilio me dejo o le deje yo a el (bueno fui yo quien dijo adios pero en verdad fue el quien se fue) . conoci a Javier y todo siguio su curso. No volvi a entrar en IRC hasta hace bien poco... No volvi a saber de el. Tiempo despues lo encontre cerca de mi empresa. Creo que trabajaba en ella o quizas en alguna de alrededor. Le veia cuando iba a comer , solo, al centro comercial Alcala Norte en Ciudad Lineal. Y me saludaba. Y me preguntaba yo, ¿quien es ese tio que me saluda?. Y asi varias veces.

La anecdota mas recordada al efecto fue en un dia del Orgullo. Yo estaba con Javi y con Jorge, y estaba hablando como de costumbre y me despiste un momento y paso una carroza osuna y me dice Jorge que alguien me ha señalado y me ha guiñado un ojo. Javi tambien lo vio. Y yo quien sera, quien sera. Le vi luego en un chino y tambien me saludo. Ahgggg. No se quien es.... Esa incertidumbre la verdad que me jodia un pelin, soy controlador de mi alrededor. Pero el caso es que me sonaba y mucho.

No paso mucho tiempo, otro año quizas, jajaja, porque en el siguiente orgullo quede con los juanitos a ver un concierto en Vazquez de Mella, en verdad quede con Lucia, Belen, Mar y compañia. Recuerdo que Lucia me regalo un CD de Madonna. Y alli estaba el. Las casualidades, es amigo de Manuel y Cristobal. Asi que tras ello le pedi a Manuel su correo, o a Cristobal, o a ambos.

El caso es que tiempo despues entre en el wawawa (no dire que es que hay mucho cotillo) y le vi y le explique, pero desde entonces, el saludo se torno no saludo. Y me pregunto por que, vale, purgo mi pecado de no recordar, de decir no, de despreciar incluso, de olvidar. Me lo merezco, pero no voy a arrastrarme por un saludo. (Algo de orgullo si que tengo, poco ein, en verdad me jode porque es la muestra de que he sido algo malo con alguien, o muy malo).

Ahora espero algun dia poder verle en persona y hablar de ello y si es necesario explicar los por ques, o dejar que la memoria se diluya de nuevo y no vuelva a recordarlo. Lo dudo pero bueno... La historia es asi.

OBO (no se si es L-OBO o B-OBO)

OBO (no se si es L-OBO o B-OBO)

Eduardo Noriega sería el peor actor de España si no existiese antes Jorge Sanz. Sus interpretaciones en esta fallida película lastran en la credibilidad de un producto mal diseñado. El acento vasco de Noriega es penoso, me recuerda al acento árabe de Antonio Ozores en una pelicula de su hermano Mariano en la que hacia de jeque. Ademas ese acento se le va escena sí escena también. ¿De verdad han dirigido a este chico?. Quizás es porque el director (Miguel Courtois) es francés. ¿Por qué no hay un solo actor vasco en toda la película?. Quizás si lo hubiese no tendrían escenas tan ridiculas como la del Marmitako, o ese acento euskera de badajoz en varias escenas....

Lo mejor es SAntiago Ramos ,actor que pocas veces me convence pero que aqui da una sensibilidad y verosimilitud al personaje dignas de verse. Silvia Abascal y Melanie Doutey o como se escriba cumplen con papeles poco perfilados, que podrían ser interesantes pero que el guión los anula por completo. Patrick Bruel y Jose Coronado quedan como meras presencias con sensación deja vu de varias peliculas suyas.

Eso en cuanto a actores, la realización es pelín pedestre. Buena ambientación sin esa sensación de todo recien salido de fábrica que suelen tener las peliculas españolas de época (sea cual sea la época). Las escenas de acción no están del todo mal.

Pero en definitiva queda un intento vulgar de hacer un producto interesante, no es de denuncia, no es de acción, no es de espionaje, no es de amor.... ¿qué es?. Es "Lobo" señores.

INMARCESIBLE

Dicen que todo el mundo tiene un precio: el mío es trescientas mil pesetas la noche.

La voz del teléfono sonó tan fría como siempre: “ cliente número trece: cuatro cero cero”. Seremos de lujo, pero nosotras también tenemos corazón y que simplemente nos suelten eso y nos cuelguen, sin preguntarnos que tal estamos, si necesitamos algo, si estamos felices es muy duro. Pero son gajes del oficio.

Busqué en mi agenda rosa la ficha del cliente número trece. Aunque sabía perfectamente quién era y qué quería, una es muy metódica y quise corroborarlo. Efectivamente era él y menos mal que nosotras no tenemos objeción de conciencia, porque yo una republicana de toda la vida...

Claro que sabes quien es

Cogí la caja correspondiente y saqué de ella el sujetador negro talla 95 que a él le gusta. Lo saqué cuidadosamente de su caja. No por nada especial sino porque me acababa de pintar las uñas y no quería que se me estropease. De repente me fijé. Una mancha blanca en plena copa izquierda del dichoso sujetador. Rauda salí hacia la cocina y sopesé diversas posibilidades de limpiarlo. Con agua y jabón lo froté, pero la dichosa mancha no salía. El reloj marcaba las tres y media, solo tenía treinta minutos para secar el sujetador y prepararme para el trece.

Con el secador de pelo intenté secar la maldita copa. La mancha no se había ido. No tenía ni idea de qué podía ser, pero sabía que me iba a traer problemas. Si el cliente no queda contento no veo un duro. Bueno, puede que sí, que vea un duro. El tío ese de la agencia que en estos casos viene y me da un par de ostias. Ese si que es “un duro”.

Los nervios se acumulaban, lo notaba en mi piel de gallina. Aunque también podía ser que estaba desnuda y hacía frío. O una mezcla de ambas cosas. Una es muy polifacética en cuanto a sensaciones.

La puerta sonó, guardé el secador debajo de la cama, me humedecí los labios y me excité los pezones sabiamente, que una es una profesional y de las buenas. Él me miró con su cara de baboso salido, apestaba a alcohol, eso sí, del bueno. Sus ojos brillaban probablemente por la coca.

- Hola
- ¡ Cállate zorra ¡ - y me soltó una galleta

Gemí como si me gustara pero en verdad me hizo daño. Este trabajo tiene más de actriz que de diosa sexual. Por eso me apunté a Arte Dramático en la escuela de Cristina Rota. Pero eso es otra historia.

Años de preparación.

El trece se desnudó torpemente, su equilibrio corría peligro prenda tras prenda y finalmente con el calzoncillo calló redondo al suelo. Cogí el sujetador con mancha incluida y se lo puse como a él le gustaba. La verdad es que yo sin silicona tenía menos pecho que él.

Él me cogió la cabeza y me la bajó con lo que tuve que responder con lo que quería. Vamos, que se la empecé a comer.
- ¿ Y ESTA PUTA MANCHA?

¡Qué susto me pegó!. Me levanté y como soy rápida en cuanto a las reacciones le sobé un poco y me fui a la cocina. Debía buscar algo de alcohol o de coca o de alguna droga de las muchas que tomaba. Pero ese día estaba limpia. No había ido ni al supermercado ni a mi camello particular. En la nevera sólo tenía una botella de sidra El Gaitero. Podría hacérsela pasar por un champaña de algún país lejano tipo Chile.

Sabes lo que pasará

Abro el botiquín y se me caen varios preservativos. En él sólo hay aspirinas y varios sobres de Frenadol. Tengo una idea: que se meta Frenadol por la nariz, es blanco. Podría machacar aspirinas pero después de los servicios suelo tener jaquecas.

Sabes lo que pasará.

Él estaba tirado en la cama con el rabo tieso y el sujetador con la mancha blanca puesto. Le ofrezco la sidra en una copa de champaña:
- Es champagne chileno, quizás te sepa raro.
- Lo he tomado muchas veces, qué te piensas.

Le preparo una ralla de Frenadol.
- ¿Te apetece?

Nunca lo rechazaría. Para que no notase nada se la comí un poco. Los hombres cuando se la están mamando suelen tener el intelecto en el rabo. Bueno, en general lo suelen tener ahí pero en ese momento, más aun.

Empezó a gemir de forma extraña. Conozco sus gemidos muy bien, intentó arrancarse el sujetador, la copa izquierda, la de la mancha blanca.

Sabías lo que iba a pasar.

Se quedó inerte de repente, inmóvil. Curiosamente la erección continuaba. Acerqué mi oreja a su pecho. El corazón no latía. Estaba muerto.

Le miré a la cara. Todavía se parecía a mí. El nunca supo quién era yo. Siempre estaba demasiado borracho para verme bien los rasgos. Por si todavía escuchaba le conté la historia.
- Soy tu hermano, gilipollas.

No le pegues, no le pegues, déjale, déjale

- Te dije que me vengaría. Pero no creas que me he cortado la polla y me he puesto tetas para vengarme. Eso siempre lo había querido hacer. Como has podido comprobar todo este tiempo soy más mujer que cualquiera que te hallas follado. Como disfrutabas. Como yo con Guido.

Guido murió, él lo mató. Sabías lo que iba a pasar.

- Sé que eres alérgico a la penicilina y a la manzana. No era champaña, gilipollas, era sidra El Gaitero. Y lo que has esnifado es Frenadol.

Le hablaba a la cara, mirándole a sus ojos, a mis ojos, a los ojos de papá. De repente le empecé a hacer los primeros auxilios.

La llamada de la sangre puede, la venganza es un plato menor.

No respondía a mis intentos de revivirle. Le insuflaba aire lo mejor que podía. Intentaba pasarle la vida que compartimos en el útero de mamá. Pero la mancha, la mancha, ahí estaba, tal y como estaba antes. Me dio asco, repugnancia. No podía verla. Intentaba cerrar los ojos pero mi cerebro se obsesionó con la mancha. Asco, repugnancia. Vómito. No podía vomitar, no debía. Pero lo hice, vomité mientras le hacía el boca a boca, cuando empezaba a recobrar la conciencia. Se ahogó con mi propio vómito.

Me levanté y fui al baño. Me duché, me froté hasta dejarme la piel roja. Lloré. Reí. Volví a llorar.

Llamé a la policía.

- Soy una puta asesina. Las dos cosas: puta y asesina.

Dicen que todo el mundo tiene un precio: el mío es trescientas mil pesetas la noche.

NARANJAS DE LA CHINA

- Tres días antes de nacer David, nuestro padre ya se había marchado. Mamá tuvo que hacer frente sola a todo lo que se le vino encima. La enfermedad se hizo evidente al año de nacer. Se quedaba horas ensimismado mirando el empapelado del salón. Si algo le perturbaba se golpeaba la cabeza contra la pared. Yo tenía sólo cinco años más que él.

El insomnio se apoderó a de mí, la costumbre de dormir sola me hacía sentirme incómoda. Intenté no moverme mucho para no despertarle, pero me di cuenta que el tampoco dormía. Escuché su respiración entrecortada y unos gemidos que me hicieron suponer que estaba llorando. Quizás debiera haberle consolado pero me dio vergüenza. Simulé estar dormida haciendo mi respiración más profunda y quedándome quieta. Me abrazó y acercando su cara a la mía, me besó en la mejilla y me susurró:
- Ayúdame.

Esperé a que se durmiera para zafarme de él. Me levanté con cuidado temiendo que cada movimiento hiciera ruido y abriese los ojos. Recogí mi ropa desperdigada por el suelo y me fui al baño a vestirme. Antes de salir de la habitación le miré. Parecía un niño pequeño con cara de bueno. La sabana no cubría mas que la mitad de su cuerpo. Pensé en el frío de la mañana y le arropé.

La primera vez que vi a Pablo me resultó muy atractivo. Su cabello era negro como el tizón y sus ojos, del mismo color, me miraban con interés. Sus manos contradecían su forma de vestir. Estaba claro que ese traje no era mas que un disfraz de alguien que trabajaba con su fuerza. Fumaba continuamente y se mostraba nervioso pero firme. Hablaba mirándome a los ojos, asintiendo con la cabeza cada una de sus palabras.

- Quiero presentar una querella contra Radio Televisión Española y Danone - recordaba su último anuncio y aunque era malo tampoco tanto como para denunciarlo.- por incumplimiento de contrato y daño moral.
- ¿Trabajaba usted con o para ellos?
- No.
- ¿Qué clase de contrato le unía a esas empresas y para qué?
- Un contrato oral.
- ¿Se puede explicar mejor?
- En verdad quien va a demandar es mi hermano David. Es deficiente mental y me dijeron que quien debía demandar era su representante legal o quien tenga su custodia. Y yo soy la única familia que tiene.
- Le han informado bien. ¿Y qué clase de contrato “oral” tenía Televisión Española y Danone con su hermano?
- En 1982 con motivo del mundial de fútbol, Danone produjo la serie “Fútbol en acción” para Televisión Española. En el último episodio de esa serie su personaje principal, Naranjito prometió que “dentro de veinte años volvemos”...
- ¡Dios mío!, ¿es eso?, ¿ese es el contrato oral?
- Mi hermano David sufre PDD...
- ¿Qué?
- Trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Parecido al autismo. Mi hermano adoraba esa serie y...
- Esto es absurdo. Le agradezco mucho su visita pero.... – le quise indicar la salida pero Pablo me cogió de la mano.
- ¡ Escúcheme!

Pese a estar muy alterado le noté sincero en sus palabras. Me senté otra vez.

- David necesitaba esa serie. Cuando acabó estuvo ingresado un tiempo debido a la depresión. Con la promesa de que en veinte años volvería conseguimos convencerle del cambio. Estos pacientes no aceptan los cambios. En el 2002 esperábamos quizás una reposición. Escribí a Radio Televisión Española y no obtuve ninguna respuesta. Escribí más veces, decenas. Y llamé por teléfono y escribí correos electrónicos. Hice todo lo posible. No conseguí nada. Durante todo el año David me preguntaba todos los días por Naranjito y no sabía qué contestarle. Podía engañarle pero en Enero del 2003 sufrió una recaída de la que aun no se ha recuperado.

- Mis amigos no hacían otra cosa que comentar la nueva serie. Quería verla. Tenía quince años y no verla equivaldría a ser "raro". Pero con David no se podía. Cada vez que sonaba la televisión le daba un ataque. Mamá odiaba esos momentos. Todas las tardes nos dejaba solos en el salón y se refugiaba en su cuarto con sus discos, sus libros y su pensamiento. No pude aguantar más y en un arrebato encendí la televisión. Cuando mamá llegó al salón, se quedó atónita. David ya no miraba la pared sino la televisión. Sonreía , asentía pero sobre todo estaba feliz.

- Me parece maravilloso lo que quieres hacer por tu hermano pero este caso es inviable. - Pablo intentó interrumpirme pero no le dejé- Es muy difícil por no decir imposible dar como contrato oral una promesa de televisión. Ni siquiera una promesa electoral lo es. Por otra parte aunque supongo que tienes razón al decir que la no reposición de “Naranjito” ha hecho que tu hermano empeore, seguro que hay psicólogos que achacarían su empeoramiento a la propia enfermedad en sí. No conozco mucho acerca del autismo pero creo que su comportamiento no es previsible y escudriñarán en vuestras vidas para saber si el año pasado algo ha hecho que tu hermano esté así. Y buscarán en 1982 si hubo algo. Y lo encontrarían. Lo que sea, por tonto que parezca, les servirá. Pero eso en el caso de que estimen la querella, cosa que no creo posible...

- No se hunda, quizás otro abogado quiera llevar el caso. Hoy en día hay abogados que apuestan fuerte por imposibles...
- Te quiero a ti.
- Lo siento...
- ¿Cómo puedo convencerte?

Sus formas eran exquisitas. Su sonrisa blanca y sincera. Y su culo redondo y apretado. Acepté la invitación a una copa, convencida de que ese caso que me proponía era un imposible, una locura. Pero ¿quién no ha hecho locuras?.

- David escuchó las últimas palabras de Naranjito y en algún lugar de su cerebro comprendió que no volvería a verle. Asustado se levantó del sofá y , sin apagar la televisión, acudió a la habitación de mamá. La voz de Olivia Newton John cantando "Physicall" escondía los jadeos de mi madre. David sin embargo sí los oyó, al abrir la puerta. También mis jadeos.

Me quedé perpleja ante la historia de Pablo. Mis ojos se humedecieron y mis manos temblaban. Se acercó a mí y me besó. Me estremecí, me dejé llevar. Tenía un tenue olor a sudor mezclado con colonia barato, su boca sabía a menta y su cuerpo me indicó el camino a seguir.

- ¿Vienes a casa?

Salí de la habitación y recorrí el estrecho pasillo que llevaba al salón. Presidiéndolo, en la pared, una fotografía de una mujer joven con dos niños. Uno parecía ser Pablo, el otro, enfuruñado y encorvado, David. Sentí lástima por aquella familia y por aquellas vidas. Las piernas me temblaron y me noté emocionada. Quise volver por el camino del pasillo y abrazarle y darle todo el cariño que necesitaba.

Al cerrar la puerta de su casa supe que nunca volvería a verle. Era un buen amante y un buen hombre. Lo haría todo por su familia. Pero no me gusta que me utilicen.

- Cuando mi madre descubrió que papá se había ido me llevo a su habitación y cogiéndome por los hombros me dijo: “Ahora eres el hombre de la casa”.

NADA QUE CONTAR ACERCA DEL PUEBLO

- ¿Y qué tal en el taller de escritura ese, Paco?

Empezábamos bien, no acababa de sentarme a comer y ya me estaban haciendo la interviú.

- Debemos escribir una historia sobre un encuentro casual en alguna ciudad o lugar que amamos.
- ¿Y qué has escrito? – preguntó mi hermana
- Nada. La verdad es que estoy bloqueado. No se me ocurre nada. No tengo ninguna historia que me haya ocurrido aquí, o al menos no recuerdo, y tampoco tengo capacidad suficiente para inventarme algo con Haro de escenario.
- Eso es porque no lo has pensado bien. Has pasado dieciocho años aquí, seguro que alguna anécdota tienes – mi padre detestaba mi desdén por el pueblo
- Bueno ya veré. No os preocupéis.

El que estaba preocupado era yo. Siempre se me ocurría una historia de cualquier cosa, pero esta que supone una regresión a mis orígenes no me salía. Quizás había borrado todos los recuerdos de mi infancia y adolescencia. Nada, ese pueblo me seguía sin aportar nada, ni siquiera un escenario creíble donde situar una anécdota.

Después de comer me encerré en mi habitación con mi cuaderno de notas intentando plasmar algo interesante, pero no era capaz. Habían pasado trece años desde que conseguí escapar de esa cárcel de viñedos e incomprensión. Luché una barbaridad para olvidar la falta de pasado. Bastante tenía con cumplir de vez en cuando visitando a mi familia, como para encima tener que molestarme en pensar en Haro como algo interesante. Pero debía hacerlo. Jamás me había fallado. Era un reto y yo soy muy cabezón. Decidí buscar en mis papeles antiguos, subiendo al altillo donde guardo hasta los apuntes de la EGB. Allí encontré un poema escrito en 1984 sobre Haro. Me sorprendió a mí mismo:

Caminando por la Vega
Voy camino de la Plaza
Bebiendo en la Herradura
Admirando la Atalaya

Podría analizar ese poema y lo que había cambiado mi concepción. Para empezar la premisa era absurda, si vas de la calle de la Vega a la Plaza de la Paz no pasas por la Herradura y ni siquiera ves la Atalaya. Además muy pocas veces bebía yo y menos en la Herradura. Comencé a beber el día que salí de allí. Y admirar la Atalaya. Qué tontería. Quizás años antes, cuando estaban las ruinas del castillo. Pero en el 84 ya lo habían tirado y habían construido la urbanización, la primera con piscina. Sentí vergüenza del niño que fui. Volví a mi cuarto con una gran sensación de lástima.

Piluca entró a mi habitación sin llamar, como siempre. Se acercó a mí y leyó por encima de mi hombro. Al ver sólo tachones se apartó y se sentó en la cama.

- ¿Tiene que ser un encuentro con una sola persona?
- Mmmm, no sé, supongo que no tiene porque ser así.
- ¿Por qué no escribes lo del Real Madrid?

Siempre ha estado dispuesta a echarme una mano, pero esa idea era absurda. Eso fue una anécdota nimia, que serviría para mostrar como todo un pueblo puede hacer el ridículo colectivamente. Cuando el Club Deportivo Logroñés militaba en primera división, el Real Madrid se alojaba en el pueblo. El primer año fuimos a verlos, unos por curiosidad, otros para vitorearlos. El caso es que el autobús se retrasaba y la gente se impacientaba. La plaza donde está el hotel Los Agustinos estaba absolutamente llena de gente. Al fin alguien gritó la llegada de un autobús. Y todo el mundo comenzó a gritar y aplaudir dejando avanzar el autobús a duras penas. Nadie recordó que enfrente del hotel, en el antiguo edificio del Banco de España, estaba el hogar del jubilado, y que todos los sábados salen de excursión. Cuando los viejecillos bajaban del autobús lloraban de la emoción al pensar que el pueblo entero les estaba esperando. “Gracias, gracias” decía Poli, la señora que confeccionaba los trajes de carnaval. Qué ridículo.

Deseché la historia del Real Madrid y salí a pasear, a ver si viendo los lugares característicos conseguía encajar algo allí. Cuando salí de casa me di de bruces con el cartel de la calle, Lucrecia Arana. “Han puesto el nombre de una puta en la calle del Generalísimo”, recuerdo a mi madre, enfadada. Ahora lo niega y dice que nunca llamaría puta a una de las más reputadas vicetiples españolas.

Pasé por la fuente que el día del centenario de la llegada de la luz eléctrica, donde nos hermanamos con Jerez de la Frontera, expulsó vino. La fuente del vino. “Qué se puede esperar de un pueblo donde dan vino a los niños”, me decía un amigo años después cuando cogía una borrachera y me bajaba los pantalones en cualquier lugar.

La Plaza de la Paz, curioso nombre para un sitio donde siempre se hacen las manifestaciones, donde ocurren la mayoría de las broncas, donde se acaba la Batalla del Vino. Allí las madres llevan a jugar a sus hijos, al menos ahora, que es casi peatonal. Para mí la plaza es aquel concierto del grupo de mis primos, que llevan treinta años tocando la guitarra y no han conseguido jamás que suene algo audible. Qué concierto, la plaza llena, cinco grupos, ellos los cuartos. Mi tía orgullosa. Comienzan a tocar, la gente empieza a recordar que tiene que irse a casa hasta acabar la plaza con ellos, mis padres, mis hermanas y yo. Riéndonos, en familia. “Haro es nuestro” gritó mi primo Pedro desde el escenario. Tiempos aquellos.

Pasé por la plaza de Siervas de Jesús, donde de pequeño jugábamos con los amigos. Ya no recuerdo a casi nadie. Mejor dicho, recuerdo sus caras de niños, sus voces sin desarrollar, pero no reconozco esas caras en los adultos con los que me cruzo cuando salgo a dar un paseo.

Me dirigí al parque de Iturrimurri, el que antaño fue famoso manantial. Dice la historia que el general Espartero, el del caballo con grandes atributos, se hacía llevar cántaros de esa agua. Ahora ya no es potable por las aguas residuales que se filtran del polígono.

Derrotado por la nula capacidad para escribir algo que ocurra en ese escenario me senté en uno de los bancos. La noche comenzaba a caer y pronto vendrían las parejas de adolescentes a meterse mano. Bueno los más adolescentes, que cuando crecen se van al estanque de los patos. ¿Patos?. El último pato que hubo en ese estanque no conoció a Aznar.

- ¿Alfombras?
- ¿Qué?
- Que si te gustan las alfombras. Si quieres comprarme una alfombra...
- No, no gracias.

El chico árabe me sorprendió, estaba ensimismado pensando en cómo renunciar por primera vez a un ejercicio del taller.

- ¿Qué haces aquí sólo?
- Pensar.
- Se está tranquilo aquí, sí.
- Se estaba tranquilo.

No cogió la indirecta y se sentó a mi lado, dejando las alfombras tiradas en el suelo. Supongo que sabía que no le iba a comprar ninguna y menos tratándolas de esa forma.

- Es bonito este pueblo. ¿Eres de aquí?
- Sí.
- No lo pareces.
- Gracias.

Pero este “Gracias” no lo dije de malas, ni de forma borde, la verdad es que me salió del corazón. Así que le expliqué mi problema, él escuchó pacientemente, con interés.

- Y no pudo escribir nada sobre el pueblo que amo.
- Quizás el problema es que no lo ames.

SEXO, AMOR, SÁBANAS Y DUDAS

1- TODO DA VUELTAS

- Era la segunda vez que Armando follaba con el rubio pero la primera que hacían el amor.
- ¿Y tú cómo sabes que era amor si eres una sábana y encima bajera? – preguntaron al unísono los quisquillosos calcetines blancos de deporte.
- Me lo dijo el rubio.

Nadie conoce mejor la intimidad de un hombre que sus sábanas bajeras, por eso somos las más envidiadas de la colada.

- Pero se tiró al holandés anteayer

Los calzoncillos son unos pervertidos y unos guarros. Siempre pensando en el sexo. No los soporto. Aunque tampoco soporto a los calcetines, tan humillados que se creen por estar siempre a ras del suelo. Son unos débiles que no saben ir solos por la vida.

- Sí, folló con el holandés. Como con tantos otros antes. Pero con el rubio, fue amor.

Estaban molestos conmigo porque en esos momentos de intimidad de Armando, sólo estábamos las sábanas bajeras. Las encimeras siempre sobraban y acababan en el suelo, hechas un guiñapo. Las de la almohada se pasaban la vida durmiendo, son un poco vagas. Y cierto es que quien mejor podría decirlo, más que yo incluso, son los preservativos, pero ellos son tan efímeros y entregados a su trabajo, que no da tiempo a cotillear con ellos. Lo que estaba claro era que no tenía que dar explicaciones a nadie, ni mucho menos demostraciones. Yo sé que con el holandés fue sexo rápido y egoísta, movimientos sobreactuados guiados por el alcohol, la coca y el poppers. Y con el rubio fue amor. Hacía mucho tiempo que nadie me acariciaba como lo hizo él. Era amor, él me lo susurró.

- Con el holandés se le puso tan dura que temí por mi integridad.
- Ya te he dicho que sí, que lo hizo con el holandés.
- Pues con el rubio no se le puso dura, al menos mientras yo estaba allí – malditos boxers creídos.

No sé si es por la lejía o porque todo da vueltas, pero en la lavadora decimos muchas tonterías que luego pueden ser usadas en nuestra contra. Y me tengo que controlar mucho, porque tengo información privilegiada. Además no quería romper la confianza con Armando. Soy una sábana leal.

- Ya os he dicho que el rubio me lo dijo. Y no sólo con palabras, que también. Con la suavidad con la que su cuerpo se deslizaba sobre mí, con la dulzura con la que me acariciaba. El holandés casi me rasga en sus arrebatos lujuriosos. El rubio sólo abrió los ojos para decirme, con voz trémula, que era amor. El holandés ni me dirigió la palabra. Ni a Armando tampoco. Gritaba cosas ininteligibles, aullaba de forma exagerada. Si no me queréis creer es cosa vuestra. Os digo, os aseguro y os asevero que Armando y el rubio hicieron el amor. Y recordad que antes ya habían follado y que aquel polvo y este no fueron iguales. Aquí había amor.

- Pues a mí me contó la Emidio Tucci roja que todo estaba preparado por Armando y el rubio para que el holandés se largase. Así que me parece que todo lo que cuentas es parte del engaño. Eres muy crédula y un poco cursi.

Malditos boxers y maldita camisa infectada de colores, ¿por qué no se metían juntos en la lavadora y así la camisita de las narices contaminaba a los boxers de su rojo asqueroso?. Yo sé qué es amor y qué es sexo, son muchos años de relaciones de Armando, y desde que Sam se fue no había sentido amor. Estúpida ropa cotilla, envidiosa de mí. Me querían dejar como fantasiosa. Y yo lo sabía, lo sabía, ¡lo sabía!. No me confundía la lejía ni las vueltas, ya lo sabía en el momento en que lo estaban haciendo, y tampoco era el alcohol que habían derramado, ni el poppers, ni la coca. Era AMOR.

2 - LA ÚLTIMA DE LA FILA

- No he podido dormir, me he pasado el secado pensando en Armando, el rubio y el holandés.
- Mal hecho, ahora Vicky tendrá problemas para plancharte bien.
- Eso no importa. Ya sé que no es muy común, pero necesito que me lo cuentes. Es importante. Tanto, que superaré la repugnancia que me causáis los coloreados, con perdón. No te enfades, prefiero ser sincera.

Vicky tenía muchas costumbres extrañas respecto a nosotras, una de ellas era la de plancharnos en último lugar. Esto, unido a que el azar quiso que la camisa Emidio Tucci roja fuese la última entre el resto de la colada hizo que pudiéramos charlar más de lo habitual. Tragándome eso sí, mi orgullo de sábana. Era un tema de orgullo, digo bien, tenía que reafirmar lo que yo sabía. O quizás no lo sabía.

Tras mi alarde de sinceridad, la todavía arrugada camisa accedió a contarme todo lo que sabía.

- Armando se me puso a la mañana. Ya sabes lo coqueto que es, y lo bien que le siento, no es por nada. Claro, que tú de eso no sabes nada. Tu no embelleces. Llamó por teléfono a Ramón...
- El rubio – apostillé intuyendo un desconocimiento del argot en los coloreados.
- Yo sólo oí lo que Armando decía, pero creo que puedes completar tú misma la conversación, es bastante evidente incluso para los descoloridos. Aunque te hago una aclaración antes de empezar, por si lo desconoces, Armando tiene la costumbre de hablar en género femenino a sus amigos...

- Estoy desesperada. Tienes que venir

- No le aguanto más.

- Le podemos decir que eres mi ex y que nos queremos dar otra oportunidad. Así te acostarás en la cama grande conmigo y lo mandamos a la otra habitación.

- Pues yo sí lo veo creíble. ¿Por qué tiene que dudar?.

- Tú es que piensas demasiado. Es el único favor que te he pedido.

- Vale, no es el único. Pero sí es importante. Tampoco te pido tanto, ¿no duermes conmigo siempre que vienes?.

- Sí, lo hemos hecho. Anoche. Un desastre total. Es muy rara la “tulipana”.

- Yo que sé. Pues porque... hacerle venir aquí para nada, me parecía fuerte. El caso es que no me gusta, y esta quiere quedarse toda la semana, conmigo. Y no creo que aguante un segundo sin resultar borde.

- Vale, soy una golfa, una puta, no tengo ni tino ni casal. ¿Vendrás?

- Tía, que buena eres. Te deberían canonizar, te quedará muy bien la aureola. En serio, muchas gracias, Ramón.

- Venga, te espero esta noche. Y sé más macha.

- Ahora te tengo que dejar. Ya se ha levantado.

- Eso es todo lo que se dijeron. Armando se comportó de una forma normal con el holandés, aunque se vieron poco. El holandés se marchó de la casa y no volvió hasta poco antes de que viniera Ramón. Cuando Ramón vino, Armando le besó en la boca. Poco más puedo contarte.

Me sentí engañada y humillada. Sólo soy una sábana tonta y cotilla. Y Armando un cabrón. He creído en él desde que me compró. Fui la única que vino a España con Sam y con él. Y la única que Sam no se llevó cuando le dejó. Nunca se ha de engañar a una sábana. Y el rubio, que siempre fue mi favorito. Tanta conversación sobre el amor, la mentira, la amistad, etcétera. También me engañó, aunque yo no sea su sábana, sí que era una aliada. Qué decepción.

3.-EL HOLANDÉS ERRANTE

Tenía ganas de llegar a mi sitio en el armario ropero y descansar del disgusto en soledad. Aunque eso es imposible para una sábana bajera. Deseaba morir y me juraba dejarme desgarrar, romperme en mil pedazos cuando en el próximo polvo de Armando, el chico de turno me retuerza frenéticamente. Nadie sospecharía nada. El índice de suicidios entre las sábanas es muy bajo. Me llevaría el dolor producido por el engaño con la poca dignidad que en ese momento me quedaba.
- Perdona, pero si estás ahí mucho tiempo no creo que me encuentren.

Si supiese gritar, habría emitido el alarido más atroz que se pueda imaginar. ¡Un libro!. ¡Y me estaba hablando!. Me repuse a duras penas del susto inicial.

- ¿Qué haces aquí? Este no es tu sitio, esto es para ropa – en verdad le hubiera querido decir que me dejara en paz con mi amargura, que tuviera respeto por una sábana triste y engañada.
- Es una larga historia – dijo haciéndose el interesante.
- Pues cuéntamela, quizás así pueda conciliar el sueño.

Lo primero que aprendí de los libros es que no cogían las indirectas.
- A los dieciséis años, Mark me adquirió en una pequeña librería de Ámsterdam. Le noté azorado y supuse que yo era sólo un compromiso. Cuando llegamos a casa, me cogió con delicadeza y abriéndome dijo: “espero que merezcas la pena y no haya tirado los siete florines a la basura”. En dos horas me leyó, sintiéndose ávido de mí. Puedo decir sin modestia que se enganchó a mí. Me ha releído diecisiete veces, una al año. Me ha subrayado, ha escrito en mí sus pensamientos. Cuando tenía un problema, buscaba una solución leyéndome. He sentido los celos de los demás libros. Jamás ha consentido en prestarme, nunca se había desprendido de mí, hasta ahora.

El interés que me suscitó su historia me hizo no osar interrumpir al flaco libro amarillento y usado. Se le notaba la voz triste y cansada, quizás por el uso o por el abandono. Me sentí identificada con él.

- Conocí al chico moreno cuando era enjuto y no musculoso como ahora...
- Armando, se llama
- Conocí a Armando hace cinco años en casa de Mark. Me ojeó y me pidió prestado. Mark se negó. “Lo necesito”, dijo. Me sentí feliz y orgulloso. Armando quedó extrañado y como respuesta supe lo que yo era para Mark.
- ¿Y qué eras para él?
- Mark me compró fruto de la vergüenza. Salía de su primer cuarto oscuro y no soportaba la presencia de los transeúntes, así que entró en la librería queriendo liberarse de lo que él creía miradas acusadoras. Le maravillé. Desde entonces siente que yo soy parte de su identidad, de su vida. Y eso le contó a Armando. Que cuando no tuviese identidad o vida no me necesitaría y entonces podría prestarme o incluso regalarme.

Después de un silencio en el que se suponía que yo debía haber comentado algo, el libro prosiguió:
- Hace dos semanas Armando llamó a Mark pidiéndole ayuda.
- ¿Qué clase de ayuda?
- Hablaban de otro chico. Mark había amado a Armando, tal y como puedes leer en mi página setenta y cuatro. Dice “si alguna vez he de volver a amar que sea como he amado a Armando”.
- ¿Quién era ese otro chico del que hablaban?
- No sé quién es. Su nombre es Ramón. Lo escribió en mi página treinta y seis: “Ramón es como yo y los dos hemos de conquistarle”. Escuché a Mark accediendo a la petición de Armando, que no era otra que pasar por un amante suyo para despertar los celos de Ramón. Armando estaba enamorado y al oírlo, Mark dejó caer sobre mí lágrimas de emoción.
- Armando ama a Ramón. E hicieron el amor. Con tretas, pero lo hicieron. Era amor. Después de aquel primer polvo en el que Ramón se arrepintió de haber traicionado sus ideales, decidió apostar por la amistad, y de ahí, de compartir sus veladas con Armando y conmigo surgió el amor. El de la otra noche. El que yo sentí.
- Mark me ha dejado – sonó apenas imperceptible.

El libro no pudo seguir. Si los libros supieran llorar, aseguraría que lloró mucho. Yo, sin embargo, y aunque suene cruel, no pude dejar de sonreír. Es amor. Era amor. Será amor.

CALCETIN NEGRO LISO

A finales del siglo XX y principios del XXI se utilizaba la expresión “Ley de Murphy” para dar una explicación jocosa a sucesos negativos fruto de la casualidad. Hoy, dos siglos después, puedo decir que debió ser la dichosa “Ley de Murphy” la que hizo que se estropease el SGT (Sistema General de Temperatura) el día más caluroso del año. También estuve tentado de culpar a esa misma ley de la súbita aparición de Koji siete años después de haber abandonado mi cama, mi casa y mi vida.

El olvido es algo aleatorio y caprichoso, olvidé borrar a Koji de los registros de entrada libre al despacho y sin embargo mi pantalón me avisó que no olvidé el sabor de su cuerpo. Traté de remitir el recuerdo y tomé la iniciativa en la conversación.

Te ahorraré querido lector, el relato de esas conversaciones tan poco divertidas en las que se intenta, de manera torpe e inefectiva, resumir siete años de alejamiento. En mi caso era fácil, todo seguía igual. En el suyo fue un poco más largo, entre sus andanzas estudiantiles, acabando la carrera de Ciencias Musicales e inmerso en el Doctorado, las andanzas familiares: su padre ya había cumplido los sesenta y había sido ingresado en la última morada, junto a su marido, dos buenos hombres ambos, y las andanzas matrimoniales: se casó con el catedrático de su tesis, quién ya tenia dos hijos. Koji ya había solicitado uno y estaba en lista de espera.

Ante esta avalancha de noticias resumidas, mi silencio era aun más doloroso, el vacío se apoderó de mí. Un hilillo del pantalón corto jugueteaba con sus muslos. Me dejó sin nada cuando se fue, y él, abandonándome abrió las puertas a su vida.

Sacó una barra de chocolate, intentando con ello, contener los nervios que se reflejaban en el temblor de sus labios cuando aguardaban mis respuestas. Denegué su ofrecimiento, hacía tiempo que había dejado el chocolate. Una brizna se quedó en su labio inferior y con la lengua, sutil, tierno la recogió y la engulló.

- Necesito tu ayuda profesional

Me alegró saber que su tesis doctoral era “Música Pop entre los años 1980 y 2010 en el área A7”. ¡ Cuántas veces me adentré en el mercado negro para regalarle alguna canción prohibida!. Canciones de hembras, que eran las que cantaban esa Música de verdad, y no las sustituciones con castrados que hicieron a partir de la Revolución. Luz Casal, Mercedes Ferrer, Amaral, Rosa López, Najwa Nimry o Alaska sonaban en nuestro equipo mientras hacíamos el amor, mientras hablábamos, mientras reíamos, mientras nos queríamos, mientras observaba sus ojos verdes, sus pestañas perfiladas, su cabello rojizo largo, sus pómulos, su cuerpo sin vello, mientras me dejaba, mientras le odiaba, mientras lloraba. Sonaba la música de hembras con el dulce sabor de lo prohibido, y ahora suena con el amargo sabor del pasado.

Qué broma tan cruel, pedirme ayuda para esa tesis, pensé mientras me explicaba para qué necesitaba a su exnovio investigador de datos, solo, triste y tarado.

Una partitura de una canción prohibida para reproducirla con su equipo Lennon 4.5, con la función castrado, una partitura que no existía en el archivo de la Universidad, ni siquiera a aquellos a los que sólo él, mediante su marido, pudo revisar. Una canción que revolucionó la Música Pop de esa época, que sin tener a las grandes discográficas detrás consiguió ser la mejor. Había encontrado referencia de ella en varios documentos que se conservaban de entonces, pero no había manera de encontrar una partitura para su reproducción legal. Parecía increíble que una canción de esa talla desapareciese totalmente sino fuera importante. Koji había dejado de tener los labios trémulos y sus ojos vivos y feroces hablaban de su apasionamiento verdadero.

- Sé que tú puedes hallarlo. Sólo tú.

Mi permiso de Nivel 3 me fue retirado poco después de que me destrozase el alma, y él lo sabía, puesto que él había sido quien me había denunciado. La crueldad del desamor o simplemente que era un cabrón manipulador, probablemente las dos cosas unidas. Mi pequeño secreto volvía como un boomerang henchido de vergüenza y silencio. Otra vez silencio. Cuantas veces silencio. Sacó mi permiso de Nivel 3, y sonriendo dejando entrever su oscuridad, me disparó con él posándolo en mi mano. Los dos sabemos que sólo investigando en las Granjas de Reproducción, sólo entrevistando a las hembras mayores por si la tradición oral había mantenido la canción entre ellas, sólo así podría obtener su partitura. Sólo yo podía hacerlo, con el Nivel 3 y mi experiencia de diez años recorriendo, buscando en las Granjas de Reproducción. Mi pequeño secreto, Koji y una partitura, sólo faltan ojos de lagartos y pelo de camaleón para ser un conjuro de bruja. Una maldición, un castigo, una redención al silencio.

No sé si fue el calor, la ley de Murphy o el apasionado beso que Koji me dio como ultimo argumento para convencerme, pero acepté el caso.

Ahora querido lector debería contar cómo conseguí la partitura, como descubrí a Saundra en una Granja de Reproducción, cómo me enamoré de ella y ella de mí, cómo descubrí que todo lo demás era una trampa, una maldita trampa, y la única canción a buscar y destruir era la mía. Mi partitura vital, mi pequeño secreto. Saundra y Koji, el presente y el pasado. Mi pequeño secreto. En definitiva, el mundo es como un calcetín negro liso, si lo vuelves del revés, sigue siendo igual. Y aquí, querido lector, ciertas maneras de amar están prohibidas.

Y ya no me queda tiempo.

UN DIOS MANCHADO

Mamá dice que está cansada y se sienta en la silla marrón del recibidor, que nunca se usa. Está nerviosa como cuando me porto mal o como cuando papá llega tarde por la noche. Ellos creen que no les oigo porque estoy dormido, pero sólo cierro los ojos.
Mamá dice que papá no es malo, que tiene mucho trabajo y que no es Hércules, aunque eso yo lo sabía porque he visto la peli y papá no se parece nada.
Pero papá debe pensar que mamá es mala, porque la castiga y la da cachetes ... plaff, y ella grita y patalea.

Mamá llora mucho pero me dice que está cansada, pero está sentada desde hace rato y debería haber descansado.

Papá está en mi cuarto, le gusta mucho mi cuarto. A veces, por la noche, después de gritar con mamá, entra a darme las buenas noches e incluso, alguna vez duerme conmigo. Me abraza mucho y me aprieta contra sí mismo, y me hace daño.

Anoche vino a mi cuarto. Llevaba un calzoncillo que parecía hecho con piel de leopardo. Me dejó tocarlo.
Papá tiene el pito más grande que yo y a veces sangra por él, y pone caras raras y dice ahg, buff y cosas que no entiendo, y me dice que no le cuente nada a mamá porque se entristecería y que esa sangre no es mala, porque la mala es la roja.

A veces papá, cuando sangra, habla de Dios. Mamá dice que papá es un blasfemo o algo así, y que Dios no le va a ayudar nunca porque se pasa el día cagándose en él y que un Dios manchado no le puede escuchar ni hacer caso.

Yo hablo mucho con Dios y le pido que ayude a papá, para que no sangre más y para que no tenga en cuenta cuando él le mancha, que es el trabajo. Pero la señorita me dijo que papá es el cabeza de familia, y que es el que hace las cosas por los demás, así que supongo que Dios está manchado también para mamá y para mí.

Mamá sigue sentada y llora, y yo también lloro, porque mamá está triste y papá no sale de la habitación. Mamá me dice que la tormenta pasará, pero no llueve, y no la entiendo. Papá me dijo que había una ola de calor, que son como las del mar pero con rayos de sol, y que no llovía por eso. Pero mamá me abraza y me dice que me quiere y yo le digo que la quiero mucho y a papá también. Y mamá llora más.

Unos señores entran a casa y se llevan a mamá y me pregunta una señorita disfrazada de policía qué ha pasado, y le digo que papá tenía razón y que mamá se ha puesto triste porque papá sangra por el pito.

La mamá de Kevin, que vive arriba, dice que papá es malo, que es pecado lo que hace pero yo creo que lo que pasa es que tanto mamá, papá y yo tenemos un Dios manchado.

LA MUSICA DE DANIEL

Llevaba dos días durmiendo mal. Tenía pesadillas que le asaltaban en cuanto intentaba descansar. “Descansar de nada, cansado de todo”, se repetía una y mil veces al despertar. Esos sueños le hacían revolverse en su leche, levantándose húmedo de terror, abriendo los ojos precipitadamente, volviendo a la oscuridad de su morada.

Jamás había pensado en qué había mas allá. No cabía esa posibilidad. Se resignaba a vivir de la única manera que conocía. Aunque no resulta correcto hablar de resignación, ya que esta sugiere cortapisas y prohibiciones, muchas veces nacidas de uno mismo, y uno no se puede poner prohibiciones a lo desconocido.

A veces, al menos dos, se había sentido observado. Extraña sensación esa de sentirse observado por alguien allende la oscuridad. Pero nadie había entrado a su escondrijo, húmedo, oscuro, silencioso. Nadie, desde que tenia conciencia.

Pero juraba y perjuraba haber sido observado, varios ojos anónimos clavados en él, perturbando su letargo, irrumpiendo en su intimidad. La primera vez la recuerda entre neblinas, sabiendo que el tiempo borra el conocimiento de la acción, pero no su recuerdo. La segunda, más nítida por reciente, le producía escalofríos.

Era feliz así, con la única actividad de comer y descansar. A veces, hacía algo de ejercicio. Pare despejarse, para que sus brazos y sus piernas no se atrofiasen por la inmovilidad. Creía que el estar todo el día echado, inmóvil, no era bueno.

La soledad le estaba venciendo, sin embargo. Y últimamente sentía que el mundo se le había quedado pequeño. Se ahogaba y no encontraba una posición.

Pese a todo estaba tan seguro allí, nadie podía perturbarle, nadie podía hacerle daño. Estaba seguro de la felicidad, sin conocer sin preguntar nada mas de lo que podía comprobar con su vista, su tacto, su olfato y el resto de los sentidos. El miedo del cambio que se apoderaba de él cuando cerraba los ojos últimamente, no le afectaba demasiado el resto del día. Estaba convencido de que no había nada más y que por tanto ese miedo tenía una base ficticia, inventada. En su diccionario no aceptaba la palabra adiós.

Si no llega a ser por esa música perenne. Le tranquilizaba, le protegía incluso. Le separaba del abismo del silencio, le cautivaba. Se mezclaba caprichosamente con su propia respiración y le acompañaba en los momentos más duros, que los había. Cuando despertaba asustado de esas pesadillas, respiraba tranquilo al escuchar que la música sonaba aun. La música le despertaba por las mañanas, le acunaba por las noches. Sin esa música estaba seguro de no poder vivir. La única razón quizás para aguantar en ese sitio ya angosto era ella.

Todo se fue complicando, y se dio cuenta de que todo se le había hecho grande. Ya no podía estirar las piernas ni los brazos. Y se había sentido observado una vez mas, e iban tres. Incluso esta vez, juraba haber oído voces del exterior, del más allá. Risas nerviosas y pequeños gritos sin sentido. Voces amenazadoras que crispaban el ambiente, que tapaban incluso con su estridencia la música. Esas voces le estaban volviendo loco.

Empezó a intuir el final, pero no quería salir de allí, no quería desaparecer. El sentido de supervivencia le hizo sentirse otra vez cómodo pese al aprieto físico. “¿Y si no hay nada?”, se asustaba en cuanto se desconcentraba, y se contestaba, como una oración : “No quiero alejarme de aquí, no quiero decir adiós a la música”.

Pero se obsesionó en pensar en otra vida, en la posibilidad de algo más allá de ese mundo que era lo único conocido. No encontraba respuestas, pero sí temores. Se aferró a su escondrijo, recogiéndose en su lecho, cerrando los ojos, apretando los puños. “No me daré por vencido, seguiré adelante”, pero la dignidad se empezaba a batir en retirada, y las lágrimas empapaban su cara.

Esa última noche volvió a tener pesadillas. Se levantó una vez sobresaltado. Y vio una luz. La luz. La de las pesadillas. La maldita luz. “No quiero”, pensaba. “Es la hora”, temía. La luz cada vez era mas fuerte.

Alarmado sintió como algo le cogía de la cabeza y le elevaba hacia la luz. Luchó con todas sus fuerzas, que eran pocas e insuficientes, y se dejó arrastrar vencido hacia aquella luz que tanto temía.

Mientras era arrastrado fijó la mirada en lo que abandonaba, a aquello a lo que ahora estaba seguro que no volvería, queriendo llevarse consigo la música.

”Necesito la música, la necesito”, pero las palabras no le salían, sólo podía llorar, y llorar y dejarse arrastras, y recordar la música, y decir adiós, y llorar.

“Adiós música, adiós”

Daniel Jiménez Martí nació el 15 de Julio del 2003 en la Clínica Inmaculada Concepción a las siete de la mañana. Pesó algo mas de tres kilogramos, y tanto la madre como el niño se encuentran en perfecto estado de salud.

El principio

Ya tengo mi cuaderno de bitacora donde podré dar rienda suelta a mi imaginación, a mis cosas, a mis dichos y diretes, a mis idas de olla...

En fin, que tampoco se lo voy a dar a ningún amigo de momento no vaya a ser que ponga cosas de ellos... jajaja. Sin nombres , eso sí.

Bienvenido a mi mundo.. con muchas jotas