CALCETIN NEGRO LISO
A finales del siglo XX y principios del XXI se utilizaba la expresión Ley de Murphy para dar una explicación jocosa a sucesos negativos fruto de la casualidad. Hoy, dos siglos después, puedo decir que debió ser la dichosa Ley de Murphy la que hizo que se estropease el SGT (Sistema General de Temperatura) el día más caluroso del año. También estuve tentado de culpar a esa misma ley de la súbita aparición de Koji siete años después de haber abandonado mi cama, mi casa y mi vida.
El olvido es algo aleatorio y caprichoso, olvidé borrar a Koji de los registros de entrada libre al despacho y sin embargo mi pantalón me avisó que no olvidé el sabor de su cuerpo. Traté de remitir el recuerdo y tomé la iniciativa en la conversación.
Te ahorraré querido lector, el relato de esas conversaciones tan poco divertidas en las que se intenta, de manera torpe e inefectiva, resumir siete años de alejamiento. En mi caso era fácil, todo seguía igual. En el suyo fue un poco más largo, entre sus andanzas estudiantiles, acabando la carrera de Ciencias Musicales e inmerso en el Doctorado, las andanzas familiares: su padre ya había cumplido los sesenta y había sido ingresado en la última morada, junto a su marido, dos buenos hombres ambos, y las andanzas matrimoniales: se casó con el catedrático de su tesis, quién ya tenia dos hijos. Koji ya había solicitado uno y estaba en lista de espera.
Ante esta avalancha de noticias resumidas, mi silencio era aun más doloroso, el vacío se apoderó de mí. Un hilillo del pantalón corto jugueteaba con sus muslos. Me dejó sin nada cuando se fue, y él, abandonándome abrió las puertas a su vida.
Sacó una barra de chocolate, intentando con ello, contener los nervios que se reflejaban en el temblor de sus labios cuando aguardaban mis respuestas. Denegué su ofrecimiento, hacía tiempo que había dejado el chocolate. Una brizna se quedó en su labio inferior y con la lengua, sutil, tierno la recogió y la engulló.
- Necesito tu ayuda profesional
Me alegró saber que su tesis doctoral era Música Pop entre los años 1980 y 2010 en el área A7. ¡ Cuántas veces me adentré en el mercado negro para regalarle alguna canción prohibida!. Canciones de hembras, que eran las que cantaban esa Música de verdad, y no las sustituciones con castrados que hicieron a partir de la Revolución. Luz Casal, Mercedes Ferrer, Amaral, Rosa López, Najwa Nimry o Alaska sonaban en nuestro equipo mientras hacíamos el amor, mientras hablábamos, mientras reíamos, mientras nos queríamos, mientras observaba sus ojos verdes, sus pestañas perfiladas, su cabello rojizo largo, sus pómulos, su cuerpo sin vello, mientras me dejaba, mientras le odiaba, mientras lloraba. Sonaba la música de hembras con el dulce sabor de lo prohibido, y ahora suena con el amargo sabor del pasado.
Qué broma tan cruel, pedirme ayuda para esa tesis, pensé mientras me explicaba para qué necesitaba a su exnovio investigador de datos, solo, triste y tarado.
Una partitura de una canción prohibida para reproducirla con su equipo Lennon 4.5, con la función castrado, una partitura que no existía en el archivo de la Universidad, ni siquiera a aquellos a los que sólo él, mediante su marido, pudo revisar. Una canción que revolucionó la Música Pop de esa época, que sin tener a las grandes discográficas detrás consiguió ser la mejor. Había encontrado referencia de ella en varios documentos que se conservaban de entonces, pero no había manera de encontrar una partitura para su reproducción legal. Parecía increíble que una canción de esa talla desapareciese totalmente sino fuera importante. Koji había dejado de tener los labios trémulos y sus ojos vivos y feroces hablaban de su apasionamiento verdadero.
- Sé que tú puedes hallarlo. Sólo tú.
Mi permiso de Nivel 3 me fue retirado poco después de que me destrozase el alma, y él lo sabía, puesto que él había sido quien me había denunciado. La crueldad del desamor o simplemente que era un cabrón manipulador, probablemente las dos cosas unidas. Mi pequeño secreto volvía como un boomerang henchido de vergüenza y silencio. Otra vez silencio. Cuantas veces silencio. Sacó mi permiso de Nivel 3, y sonriendo dejando entrever su oscuridad, me disparó con él posándolo en mi mano. Los dos sabemos que sólo investigando en las Granjas de Reproducción, sólo entrevistando a las hembras mayores por si la tradición oral había mantenido la canción entre ellas, sólo así podría obtener su partitura. Sólo yo podía hacerlo, con el Nivel 3 y mi experiencia de diez años recorriendo, buscando en las Granjas de Reproducción. Mi pequeño secreto, Koji y una partitura, sólo faltan ojos de lagartos y pelo de camaleón para ser un conjuro de bruja. Una maldición, un castigo, una redención al silencio.
No sé si fue el calor, la ley de Murphy o el apasionado beso que Koji me dio como ultimo argumento para convencerme, pero acepté el caso.
Ahora querido lector debería contar cómo conseguí la partitura, como descubrí a Saundra en una Granja de Reproducción, cómo me enamoré de ella y ella de mí, cómo descubrí que todo lo demás era una trampa, una maldita trampa, y la única canción a buscar y destruir era la mía. Mi partitura vital, mi pequeño secreto. Saundra y Koji, el presente y el pasado. Mi pequeño secreto. En definitiva, el mundo es como un calcetín negro liso, si lo vuelves del revés, sigue siendo igual. Y aquí, querido lector, ciertas maneras de amar están prohibidas.
Y ya no me queda tiempo.
El olvido es algo aleatorio y caprichoso, olvidé borrar a Koji de los registros de entrada libre al despacho y sin embargo mi pantalón me avisó que no olvidé el sabor de su cuerpo. Traté de remitir el recuerdo y tomé la iniciativa en la conversación.
Te ahorraré querido lector, el relato de esas conversaciones tan poco divertidas en las que se intenta, de manera torpe e inefectiva, resumir siete años de alejamiento. En mi caso era fácil, todo seguía igual. En el suyo fue un poco más largo, entre sus andanzas estudiantiles, acabando la carrera de Ciencias Musicales e inmerso en el Doctorado, las andanzas familiares: su padre ya había cumplido los sesenta y había sido ingresado en la última morada, junto a su marido, dos buenos hombres ambos, y las andanzas matrimoniales: se casó con el catedrático de su tesis, quién ya tenia dos hijos. Koji ya había solicitado uno y estaba en lista de espera.
Ante esta avalancha de noticias resumidas, mi silencio era aun más doloroso, el vacío se apoderó de mí. Un hilillo del pantalón corto jugueteaba con sus muslos. Me dejó sin nada cuando se fue, y él, abandonándome abrió las puertas a su vida.
Sacó una barra de chocolate, intentando con ello, contener los nervios que se reflejaban en el temblor de sus labios cuando aguardaban mis respuestas. Denegué su ofrecimiento, hacía tiempo que había dejado el chocolate. Una brizna se quedó en su labio inferior y con la lengua, sutil, tierno la recogió y la engulló.
- Necesito tu ayuda profesional
Me alegró saber que su tesis doctoral era Música Pop entre los años 1980 y 2010 en el área A7. ¡ Cuántas veces me adentré en el mercado negro para regalarle alguna canción prohibida!. Canciones de hembras, que eran las que cantaban esa Música de verdad, y no las sustituciones con castrados que hicieron a partir de la Revolución. Luz Casal, Mercedes Ferrer, Amaral, Rosa López, Najwa Nimry o Alaska sonaban en nuestro equipo mientras hacíamos el amor, mientras hablábamos, mientras reíamos, mientras nos queríamos, mientras observaba sus ojos verdes, sus pestañas perfiladas, su cabello rojizo largo, sus pómulos, su cuerpo sin vello, mientras me dejaba, mientras le odiaba, mientras lloraba. Sonaba la música de hembras con el dulce sabor de lo prohibido, y ahora suena con el amargo sabor del pasado.
Qué broma tan cruel, pedirme ayuda para esa tesis, pensé mientras me explicaba para qué necesitaba a su exnovio investigador de datos, solo, triste y tarado.
Una partitura de una canción prohibida para reproducirla con su equipo Lennon 4.5, con la función castrado, una partitura que no existía en el archivo de la Universidad, ni siquiera a aquellos a los que sólo él, mediante su marido, pudo revisar. Una canción que revolucionó la Música Pop de esa época, que sin tener a las grandes discográficas detrás consiguió ser la mejor. Había encontrado referencia de ella en varios documentos que se conservaban de entonces, pero no había manera de encontrar una partitura para su reproducción legal. Parecía increíble que una canción de esa talla desapareciese totalmente sino fuera importante. Koji había dejado de tener los labios trémulos y sus ojos vivos y feroces hablaban de su apasionamiento verdadero.
- Sé que tú puedes hallarlo. Sólo tú.
Mi permiso de Nivel 3 me fue retirado poco después de que me destrozase el alma, y él lo sabía, puesto que él había sido quien me había denunciado. La crueldad del desamor o simplemente que era un cabrón manipulador, probablemente las dos cosas unidas. Mi pequeño secreto volvía como un boomerang henchido de vergüenza y silencio. Otra vez silencio. Cuantas veces silencio. Sacó mi permiso de Nivel 3, y sonriendo dejando entrever su oscuridad, me disparó con él posándolo en mi mano. Los dos sabemos que sólo investigando en las Granjas de Reproducción, sólo entrevistando a las hembras mayores por si la tradición oral había mantenido la canción entre ellas, sólo así podría obtener su partitura. Sólo yo podía hacerlo, con el Nivel 3 y mi experiencia de diez años recorriendo, buscando en las Granjas de Reproducción. Mi pequeño secreto, Koji y una partitura, sólo faltan ojos de lagartos y pelo de camaleón para ser un conjuro de bruja. Una maldición, un castigo, una redención al silencio.
No sé si fue el calor, la ley de Murphy o el apasionado beso que Koji me dio como ultimo argumento para convencerme, pero acepté el caso.
Ahora querido lector debería contar cómo conseguí la partitura, como descubrí a Saundra en una Granja de Reproducción, cómo me enamoré de ella y ella de mí, cómo descubrí que todo lo demás era una trampa, una maldita trampa, y la única canción a buscar y destruir era la mía. Mi partitura vital, mi pequeño secreto. Saundra y Koji, el presente y el pasado. Mi pequeño secreto. En definitiva, el mundo es como un calcetín negro liso, si lo vuelves del revés, sigue siendo igual. Y aquí, querido lector, ciertas maneras de amar están prohibidas.
Y ya no me queda tiempo.
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